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El Madrid más razonable necesita, hoy, lo irracional. Es su paradoja en Manchester, adonde acude lastrado por su derrota en el Bernabéu (1-2) en un tiempo que ya hemos olvidado, en ese tiempo pasado que siempre fue mejor, y más después de esta pesadilla.

El Madrid fue quien mejor se adaptó al confinamiento entre los inquilinos del fútbol. De regresó, ganó la Liga con una versión muy ortodoxa: fortaleza defensiva, equilibrio y máxima rentabilidad de los goles. Si la eliminatoria empezara de nuevo o incluso se disputara a un solo partido, serían argumentos de peso, pero ante la necesidad de una remontada, de un triunfo por más de un tanto ante un equipo al que distingue la pegada, no será suficiente. En el Etihad, el Madrid debe apelar a su historia, a las remontadas que lo hicieron temible e indescifrable. A lo irracional.

Si alguien sabe de qué hablamos es Pep Guardiola, criado entre el temor y el odio al Madrid, un odio por fortuna licuado en la clase profesional. El entrenador del City es un taxidermista del fútbol, obsesivo y minucioso, pero lleva toda su carrera, como jugador y como entrenador, enfrentado a un intangible que, como ayer dijo, «es difícil de analizar». Lo hizo Rodri: «Son más que un equipo. Tienen una forma de jugar que no te permite relajarte, incluso aunque vayas ganando por tres o cuatro a cero, siempre vuelven. Tienen la gran personalidad para ser los campeones que han sido en los últimos 20 o 30 años».