Esta Liga tan rocambolesca, a tramos incluso preciosa, y que el Atlético ha llevado a uno de sus terrenos favoritos, el de la supervivencia extrema (1-0), alcanzó uno de sus momentos culminantes en el lugar más inesperado. Y en pleno acoso de un Barcelona desatado y monumental (1-6) ante la Real Sociedad.
Cuánto se había escrito acerca de la mala traza en los penaltis de Jan Oblak. Un portero ejemplar, pero incapaz de sostener unos demonios que sólo aparecían cuando el rival plantaba el balón desde la cal de los once metros. Hacía tres años que no paraba una pena máxima en el campeonato. Y en el recuerdo, la insoportable tortura de las tandas, en las que sólo fue capaz de detener un disparo en 26 duelos al sol. Cómo olvidar la noche europea de San Siro frente al Real Madrid. Por eso el penalti que le paró este domingo Oblak a Joselu en el minuto 86 trasciende a la mera acción capital. La redención, quién sabe si la Liga, se recreó en su mano izquierda.
«Nadie entiende muy bien los penaltis. Últimamente no paraba ninguno [10 seguidos]. Era fundamental». Las palabras de Oblak, más allá de la confesa incomprensión, trasladaban al sufrimiento de Simeone, al que sólo le faltó sacar el rosario.